La guerra antiterrorista lanzada por la administración Bush el 11 de
septiembre del 2001 tiene dos imágenes que la definen: las torres
convertidas en una nube de escombros y el prisionero iraquí de la cárcel de
Abu Ghraib sobre una caja de cartón, con su calzoncillo cubriéndole la cabeza,
repleto de cables y los brazos extendidos como un Cristo en la cruz.
Por Gustavo Sierra - Clarín
Esta segunda foto fue tomada por la soldado Sabrina Harman, una bella muchacha
de Virgina, de 26 años, con ojos rasgados y boquita de Betty Boop. Y
nadie sabe si se trata de una héroe de los derechos humanos o una
torturadora arrepentida. Pero sí es seguro que sin su foto, el mundo no se
hubiera enterado de esta atrocidad.
Harman llegó a Irak con la compañía 372 de la Policía Militar, un cuerpo
entrenado para dar apoyo a unidades de combate. Tres meses más tarde les
ordenaron hacerse cargo de Abu Ghraib y convertirse en carceleros. Se
encontraron con un campo de concentración. "Era un lugar tan nauseabundo que
me hizo vomitar", dijo el sargento Javal Davis. A Sabrina Harman la mandaron a
los bloques controlados por la Inteligencia Militar. El reino de los
interrogadores de la CIA. La primera noche que pasó allí escribió una
carta a la que ella llama "mi esposa", Kelly, en la que le dice que allí están
sucediendo cosas "que no deberían suceder".
Harman asegura que siempre quiso ser una investigadora forense y en particular
le gusta tomar fotos de las escenas de un crimen y descubrir pistas
desde la imagen. Eso es lo que hizo en Abu Ghraib. Empezó a fotografiar
cuerpos de prisioneros muertos en la tortura y otras degradaciones humanas. Un
día le ordenaron que "ponga bajo stress" a un prisionero y ayudó a un sargento
a subir al hombre a una caja de cartón, ponerle dos cables en la mano y
le dijo que si se llegaba a mover se electrocutaba. Después tomó la escena.
Con ese testimonio no hay duda de que Sabrina Harman ayudó en la tortura.
Pero las fotos "forenses" que entregó a sus superiores como prueba, hicieron
posible conocer la verdad. Esta semana lo contó en la revista
Newyorker y es muy posible que termine en una película de Hollywood.