La hipocresía de la "civilización" capitalista es enorme. Por una parte,
las grandes empresas y sus medios de comunicación se jactan de su "democracia"
y de su "libertad" mientras que simultáneamente, en el mundo actual, comenten
los mayores crímenes. Hablan con grandilocuencia sobre los Derechos Humanos a
la vez que asfixian la dignidad humana en un sinfín de maneras. Aunque serían
suficientes unas decenas de miles de millones de dólares para terminar con el
hambre en el mundo, EE.UU. gasta anualmente aproximadamente 600 mil
millones de dólares en su presupuesto militar, mientras unos 15 millones de
niños mueren de hambre todos los años. Parece que terminar con la pobreza
todavía no interesa al sistema. La guerra aporta beneficios, y los beneficios
de la guerra de Irak son evidentemente mucho más valiosos que las vidas
humanas. Naturalmente, bajo la piel, todos somos iguales, y el sufrimiento de
hombres y mujeres no es intrínsecamente menos terrible que el sufrimiento de
los niños. Sin embargo, hay algo particularmente grotesco en la manera
desalmada en que las potencias mundiales se comportan con la generación más
vulnerable y menos culpable. Quizás sea precisamente esa actitud hipócrita
hacia ellos la que mejor refleja la conciencia de la sociedad mundial actual.
La Primera Guerra del Golfo, igual de absurda que otras anteriores y
posteriores, comenzó al principio de la última década del siglo pasado. Se
lanzaron sobre Irak y Kuwait aproximadamente 90.000 toneladas de bombas. Sin
embargo, Sadam no fue depuesto. Como indica Sami Ramadani, un disidente iraquí
profesor en la London Metropolian University, EE.UU. incluso ayudó a Sadam a
sofocar un levantamiento militar contra su autoridad.
Sanciones criminales
"Creemos que el precio merece la pena"
Las sanciones impuestas después contra el derrotado Irak no socavaron el
poder de los autócratas sino que afectaron gravemente la vida de la gente
ordinaria. Las sanciones lo abarcaban todo (quizá hayan sido las más
restrictivas y amplias de la historia), desde alimentos a medicinas y demás
necesidades humanitarias. Incluso el cloro, necesario para desinfectar el agua
fue prohibido, debido a su supuesta "doble función" en la fabricación
potencial de armas.
UNICEF en su página http://www.unicef.org/newsline/99pr29.htm, estimó
que el número de niños menores de 5 años muertos a consecuencia de las
sanciones fue 500.000 (quinientos mil). En 1996, esa gran liberal, la
elegantemente vestida Lady Madeleine Albright (Secretaria de Estado con Bill
Clinton, a quien la estúpida, hipócrita y moralista opinión pública crucificó
por practicar sexo oral con Mónica Lewinsky en lugar de hacerlo por las
agresiones contra numerosos países) en el programa 60 minutes respondió lo
siguiente a la pregunta de si merecía la pena la vida de 500.000 niños: "Creo
que es una elección muy difícil, pero el precio - creemos que el precio merece
la pena"
Denis Halliday, ex-coordinador humanitario de la ONU para Irak (nombrado
asistente del Secretario General de la ONU en 1997) estimó en un millón el
número total de muertes debido a las sanciones (un número inconcebible de
vidas humanas destruidas). En 1998, después de una carrera de 34 años en la
ONU, dimitió para poder criticar libremente aquellas sanciones salvajes y
afirmó: "No quiero administrar un programa que cumple los requisitos de la
definición de genocidio." El sucesor de Halliday, Hans von Sponeck también
presentó su dimisión después de dos años como protesta (es decir, repulsa), al
igual que Jutta Burghardt, jefe del Programa Mundial de Alimentos para Irak.
Los medios de comunicación corporativos ignoraron estos sucesos todo lo que
pudieron. El corrupto programa Petróleo por Alimentos sólo alivió ligeramente
el sufrimiento de la población. Junto con las sanciones, este programa es una
mancha más en la historia moderna de la ONU.
La actual guerra bestial
Aunque durante la década de los 90 se continuó bombardeando periódicamente
objetivos iraquíes (sin despertar mayor interés por parte de los medios de
comunicación corporativos), EE.UU. y sus aliados anunciaron una nueva guerra
contra Irak en 2003. La destacada publicación médica británica The Lancet,
en octubre 2006, estimó, mediante métodos científicos, en 655.000
(seiscientos cincuenta y cinco mil) el número de muertos en la guerra
hasta julio del 2006, confirmado igualmente por el John Hopkins Bloomberg
School of Public Health en EE.UU.
Dan Toole, director de la Oficina de Operaciones de Emergencia del Fondo de
Naciones Unidas para la Infancia indicó recientemente: "Los niños hoy están
mucho peor que hace un año y desde luego están peor que hace tres años."
Añadió que los iraquíes ya no tienen acceso seguro a la cesta de alimentos
básicos establecida bajo el régimen de Sadam para sobrevivir a las sanciones
internacionales. En UNICEF existe la preocupación sobre una posible epidemia
de cólera debido a que dos tercios de la población no tiene acceso al agua
potable. El destacado sociólogo y catedrático de la Sorbona, Jean Ziegler,
Relator Especial de la ONU sobre el Derecho a la Alimentación, indicó en 2005
que el índice de malnutrición entre los niños iraquíes se había duplicado
desde el comienzo de la guerra en 2003. Los indicadores nutricionales y de
salud han empeorado significativamente desde el comienzo de la invasión. Según
un estudio encargado por la BBC, ABC News, la ARD de Alemania y USA Today, el
64% de los iraquíes entrevistados describieron su situación familiar como
pobre o muy pobre, lo que representa un aumento comparado con el 30% de 2005.
Un 88% describe el acceso a la electricidad como mala o muy mala, frente al
64% en 2004. Mientras en 2004 un 48% describían su acceso al agua potable como
escaso o muy escaso, ahora lo hace un 69%.
Según UNICEF la mitad de los cuatro millones de iraquíes que han abandonado
sus hogares desde el comienzo de la guerra han sido niños. Decenas de miles de
niños han perdido a un progenitor, o a ambos. Despojados de muchos de sus
derechos, a menudo expuestos a violencia psicológica, física y sexual y a
trabajos potencialmente dañinos, el futuro de estos niños no se presenta nada
prometedor.
La estrategia de la tensión
Desde el punto de vista político, la ocupación estadounidense de Irak ha
generado lo que hasta entonces era prácticamente inexistente: la enemistad y
los conflictos sectarios entre Sunníes, Chiíes y Kurdos. De acuerdo con el
experimentado modelo de "divide y vencerás", EE.UU. está promoviendo estas
divisiones en la sociedad iraquí. El ejército de ocupación ha dividido las
instituciones representativas, los partidos políticos y las ciudades con este
fin. Además, Amnistía Internacional ha expresado su preocupación por el
sospechoso tráfico de armas de Bosnia a Irak, ya que al parecer EE.UU. ha
importado enormes cargamentos de armas para armar a las milicias Sunníes. Las
fuerzas de ocupación se han visto implicadas en casos de ataques terroristas a
zonas civiles y se ha arrestado a miembros de las fuerzas militares que
llevaban aparatos explosivos caseros con fines terroristas. Para cualquiera
que tenga un mínimo conocimiento de la historia de los servicios secretos de
EE.UU., esto no es ninguna sorpresa. En cualquier caso, la prolongación de la
ocupación extranjera ha provocado la escalada del conflicto, el
fundamentalismo y una guerra civil que ya está entrando en su quinto año.
La desesperación y el deseo de venganza han empujado a muchos jóvenes hacia
el fundamentalismo, que, en circunstancias normales, les hubiese sido
completamente ajeno. Una violencia monstruosa y el miedo, el aislamiento, los
controles policiales, los cortes de electricidad, la destrucción de las redes
de comunicaciones y la lucha general por la mera supervivencia han dificultado
gravemente cualquier diálogo serio o realista entre los iraquíes sobre su
futuro común. El gobierno títere iraquí, bajo el control de EE.UU., ha
prohibido las huelgas, ha vuelto a introducir la pena de muerte y ha
encarcelado a decenas de miles de personas (muchos de ellas sin juicios
previos). El democrático y secular Iraq Freedom Congress, ha sido reprimido
por los islamistas radicales y por las fuerzas estadounidenses. En estas
circunstancias tan negativas, la lucha por la democratización del país resulta
excepcionalmente difícil. Mientras tanto, el pueblo iraquí, objetivo de esa
necesaria democratización, se encuentra sometido y mutilado política,
económica, cultural, física y psicológicamente.
Heridas ocultas
El catedrático Kholoud Nasser Muhssin de la Universidad de Bagdad señala
que aproximadamente el 60-70% de los niños iraquíes sufren problemas
psicológicos. Muchos de ellos han sobrevivido a experiencias traumáticas. Los
daños psicológicos son difíciles de curar y los trastornos producidos por el
estrés post-traumático son muy comunes."Las nuevas generaciones, y en
especial ésta, serán violentas,", apunta el psiquiatra de Bagdad Bilal
Youssif Hamid. Muchos de los niños a los que ha intentado tratar Hamid han
sido testigos o han participado en asesinatos y muertes. Sin embargo, los
padres con frecuencia tienen demasiado miedo de llevar a sus hijos a un
hospital para un reconocimiento médico, y mucho más a la escuela, e incluso
los niños que van a la escuela tienen grandes dificultades de aprendizaje y
sufren también ansiedad, depresión, agresividad, pesadillas, enuresis, etc. La
guerra siempre es catastrófica para la psique humana.
¿Cómo pueden las nuevas generaciones adquirir la conciencia de lo valioso
que es cada individuo cuando la vida humana es tan barata, cuando la dignidad
de las personas se ignora tan descaradamente y cuando se suprime todo
potencial humano? ¿Cómo puede un país ser democrático cuando los derechos más
básicos, como el derecho a la huelga, están prohibidos y la llamada a la
venganza y los gritos de la desesperación ahogan las alternativas más
racionales al imperialismo? ¿Cómo se puede hacer popular la filosofía de la no
violencia?.
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(*)Dan Jakopovich es el editor principal de Novi Plamen, revista de izquierdas en el territorio dela exYugoslavia (www.noviplamen.org)
Traducido por Eva Calleja y revisado por Felisa Sastre