Por Julio Algañaraz, Clarín
Todos los días algún operador del mundo
de los negocios asegura que "lo peor ha pasado", pero muchos temen que todavía
no se vea el fondo del pozo, pese al descenso vigoroso del precio del petróleo
y del euro con relación al dólar en las últimas semanas. Para oficializar la
recesión es necesario que el Producto Interno Bruto de un país descienda por
lo menos dos trimestres consecutivos. El PBI de Eurolandia (los 15 países
europeos, sin Gran Bretaña, que tienen una moneda única, el euro) ha caído
0,2% en el segundo trimestre del año. Lo más interesante es el descenso de los
principales países del área: Alemania perdió medio punto, mientras que Francia
e Italia bajaron un 0,3% entre abril y junio.
"La auténtica desaceleración ha comenzado", afirma el economista David Kohl.
Grecia perdió el 0,6%, Austria y Portugal el 0,4%, Bélgica el 0,3%. El
panorama general es deprimente. España creció un 0,1% pero el pesimismo ha
ganado la Bolsa de Madrid. Canadá, Dinamarca y Nueva Zelanda están cayéndose
por el precipicio y lanzando cuerdas de todo tipo para impedir un "flop" de
sus economías. EE.UU., como siempre, sorprende: entre abril y junio creció un
0,5%. Rencorosos, algunos gobernantes europeos comentan a la prensa, sin dar
sus nombres, que los norteamericanos "nos están descargando la crisis en las
espaldas". Estancamiento o recesión, las perspectivas son siempre sombrías.
Alemania, de lejos la principal economía europea, cabalga la incertidumbre.
Walther Otremba, viceministro de Economía, reconoce que "no hay que descartar
otra caída en el tercer trimestre". Geatrice Weder de Mauro, asesora del
gobierno, dijo a la agencia Reuters que el sólido crecimiento de la actividad
económica de los últimos años "quedó en el pasado". Pero "no veo una recesión
severa", asegura.
En el banco central alemán sostienen que "la economía alemana deberá atravesar
un período difícil en los próximos meses, pero no hay que tener un excesivo
pesimismo". Los precios del barril de crudo han bajado en las últimas semanas
y si los consumidores reciben buenos descuentos en el precio de nafta, gasoil
y gas para sus coches, mejorará el optimismo. En la televisión germana se
escuchan mensajes alentadores: "las presiones sobre los precios están
cediendo". A los alemanes les preocupa más la inflación que al resto de los
europeos y este tema produce debates encendidos en el Banco Central Europeo.
Los gobiernos piden tasas de interés más bajas para estimular la demanda, pero
es cierto que la inflación ha llegado a sus niveles más altos en una década,
con un 4,1% coyuntural en julio que promete un 3,6% anual cuando el límite
debería ser del 2%. El petróleo crudo Barent se cotiza en torno a los 112
dólares por barril de 167 litros, pero el precio podría ser retocado hacia
arriba la semana que viene, cuando EE.UU. anuncie el estado de sus reservas.
En Francia, las esperanzas de un crecimiento del 1,7% se han desinflado a un
1% tras la frenada del menos 0,3% del segundo trimestre. La ministra de
Economía, Christine Lagarde, insiste: "No estamos en recesión". Pero sí
estancados. La discusión es un poco peregrina, madame. En Italia echan las
culpas del crecimiento cero (o menos 0,3% en abril-junio) al alza del petróleo
y de los alimentos, pero la realidad general es de una flojera de la demanda
que lleva demasiado tiempo.