Hace días en Kabul, el presidente de
Afganistán, Hamid Karzai, lanzó una inesperada advertencia a la comunidad
internacional.
Por Piotr Goncharov - RIA Novosti l
A juzgar por la forma en que expuso sus exigencias, la declaración del líder
afgano reúne todos los elementos de un ultimátum.
En el curso de una reunión con una delegación de Consejo de Seguridad de la
ONU de visita en Kabul, Karzai exigió a la OTAN y la ONU "establecer" plazos
concretos a su campaña antiterrorista, y también, las fechas del "retiro
gradual" de las tropas de la coalición internacional que se encuentran en su
país.
Según Karzai, en el caso de que la comunidad internacional no pueda
establecer esos plazos, el Gobierno afgano se reserva el derecho de entablar
negociaciones con los líderes de Talibán para pactar un cese al fuego y
restablecer la paz y la estabilidad en Afganistán.
Lo más probable, es que la comunidad internacional no pueda establecer
ninguno de los plazos que pide Karzai.
Esos plazos sencillamente no existen porque los países de la coalición
internacional carecen de un criterio común en cuanto a la forma en que deben
ejecutar la campaña antiterrorista.
Más aún, los gobiernos de los países de la coalición difieren al valorar la
situación actual en Afganistán y las vías para restablecer la paz y la seguridad
en ese país asiático.
Desde ese punto de vista, la postura del presidente Karzai es comprensible y
justa. Y también se entiende por qué el Pentágono por su parte, respondió a las
críticas de Karzai con la promesa de enviar a Afganistán otros 20.000 soldados
de tropas especiales.
Transcurridos ocho años de intervención militar activa en Afganistán, las
tropas de la coalición antiterrorista dirigida por EEUU y la Fuerza
Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF, en inglés) por la OTAN, de
repente afrontan un empeoramiento muy grave de la situación en ese país.
¿Y cómo pudo ocurrir? El debut de la operación "Libertad Duradera"
emprendida por Estados Unidos contra el movimiento Talibán en la provincia de
Tahar con dos bombarderos estratégicos B-1B, a juzgar por los estrategas
estadounidenses contaba con todas las posibilidades de triunfar.
Ante el estallido de los "misiles inteligentes" en las laderas de las
montañas, los talibanes comprendieron las pocas perspectivas que tenían ante la
supremacía del armamento de alta precisión norteamericano y emprendieron la
retirada.
¿Ahora, resulta que los talibanes han regresado?
Lo que pasó fue que los talibanes nunca se marcharon, sino que todo el tiempo
estuvieron muy cerca.
Se disolvieron en su entorno natural, es decir, volvieron a las provincias de
procedencia. Se trata de las provincias sureñas de Zabul, Kandahar, parte de la
provincia de Uruzgan y provincias orientales desde Kunar hasta Paktika.
El arco Kunar-Paktika es una zona fronteriza entre Afganistán y Pakistán muy
particular. Exactamente pasa con los territorios de las tribus autónomas de
Pakistán, la famosa línea Durand que en su tiempo, dividió artificialmente a la
etnia pushtú del resto de los afganos y los pakistaníes, según la división
arbitraria que demarcó el imperio británico.
Vale la pena mencionar que esta línea Durand, nunca ha sido reconocida por
los pushtúes a ambos lados de la línea, es decir, los pushtúes afganos y sus
hermanos pakistaníes.
Allí no se necesita ningún visado, y la población sencillamente pasa de un
lado a otro para resolver sus asuntos, o de visita, eso sí, cada uno portando
armas de fuego, porque desde hace siglos, la población de esas regiones nunca se
han sometido a ningún Gobierno central. Actualmente, esa postura es más que una
tradición, es su forma de vida.
En su tiempo, el emir reformista afgano Amannulah Khan decidió obligar a
pagar impuestos a las tribus rebeldes en la línea Durand, en especial a la tribu
Dhadran reconocida por la intransigencia de sus jefes.
En recuerdo de esa campaña en Kabul se erigió un monumento, una piedra con la
inscripción que dice: "en conmemoración de la victoria de la razón sobre la
ignorancia".
Al emir, esa guerra le costó su corona, y el monumento desapareció sin dejar
huella. Desapareció hace poco junto con la "ignorancia" o con la guerrilla
talibán que optaron por no ser blancos de los misiles de los B-1B retirándose
sin presentar combate, un error de cálculo que no tuvieron en cuenta los
estrategas del Pentágono.
Los primeros resultados de ese fallo táctico se escucharon en marzo de 2002,
con la operación "Anaconda" en la provincia de Paktiya, en el noreste del país.
Supuestamente, la operación Anaconda concluyó con la captura de varios
centenares de guerrilleros talibanes, (más de 600) y al respecto, hubo mucho
ruido en el Ministerio de Defensa, Interior y las tropas fronterizas de
Afganistán.
Pero el comandante del 3 cuerpo del Ejército afgano, el mulá Obeidulha
dislocado en Gardez dijo a RIA Novosti que dudaba mucho de las cifras de
prisioneros difundida por la parte oficial, porque sus soldados encontraron
desiertas dos de las posiciones más importantes que ocupaban los talibanes, es
decir, los guerrilleros que las defendían antes que llegaran las tropas afganas
desaparecieron en dirección desconocida.
Pero está claro dónde se escondieron los talibanes, pues la operación se hizo
muy cerca de los territorios controlados por tribus autónomas de Pakistán.
Karzai tiene razón al proponer negociaciones con los talibanes. Esas
conversaciones son indispensables, pero como demuestra la experiencia, el
dialogó será favorable al Gobierno afgano si durante el proceso negociador Kabul
mantiene la iniciativa política y militar.
En el caso contrario la propuesta del Gobierno central puede se interpretada
como una muestra de debilidad.
Al respecto, es notable que una de las primeras reacciones de la dirección
Talibán a la propuesta de Kabul fuera preguntar, ¿Y dónde estaba Karzai en 2001?
Es evidente que hay que tomar medidas para evitar un empeoramiento de la
situación en Afganistán. En ese sentido, es adecuada la variante que estudia el
Pentágono de enviar adicionalmente otros 20 mil soldados, un paso cuya urgencia
ya era evidente en agosto 2005.
Entonces, EEUU decidió que podría paliar la situación con la puesta en marcha
del programa "responsabilidad compartida" de acuerdo al cual, las tropas de la
ISAF deberían de participar en operaciones militares y no limitarse a cumplir
sus funciones policiales.
Pero ese programa no aumentó la cantidad de tropas de paz en Afganistán y el
contingente de 67.000 efectivos ya no era suficiente para garantizar la
estabilidad del país asiático.
En lo que respecta a otros asuntos relacionados con la seguridad del nuevo
Estado afgano, Karzai tiene razón cuando subraya que el proceso de
estabilización de la situación en el país requiere su "afganización".
Por esa razón, el Ejército y
la policía nacional afgana deben formarse con la participación activa de los
propios afganos.