Hay muchas maneras de medir al régimen de Omar Bongo. Se puede contar los
monumentos: el Boulevard Triunfal Omar Bongo, el Palacio Senatorial Omar Bongo,
la universidad, el estadio de fútbol, el gimnasio y el hospital militar, todos
con su nombre.
Se puede también mirar un mapa de Gabón y encontrar el nombre de su ciudad
natal, Bongoville. O se podría observar cualquiera de los letreros gigantes
distribuidos por la capital, Libreville, donde se congratula a "Papá Bongo",
quien aparece con su característico mostacho y sus manos entrelazadas, por haber
completado en diciembre 40 años como Presidente.
Si se hubiera sabido que Fidel Castro dejaría su cargo como líder de Cuba
apenas dos meses después, los compositores habría seguramente destacado el
título que Castro transmitió a Bongo: el más antiguo líder del mundo que no es
un monarca.
Eso no es un logro menor, si se considera el vecindario de Gabón. Desde que
obtuvieron su independencia, la mayoría de los países del África occidental han
experimentado prolongadas guerras civiles o sucesivos golpes militares.
Sin embargo, Bongo, que llegó al poder en 1967 a los 31 años, ha gobernado en
gran medida sin oposición y casi sin utilizar la fuerza, a pesar de haber
dilapidado gran parte de las riquezas naturales del país, haciendo que sus
compatriotas enfrenten un futuro económico profundamente incierto.
"El hombre es un genio político", dijo Guy Rossatanga-Rignault, profesor de
ciencia política de la Universidad Omar Bongo. "Uno piensa que se aproxima a su
fin, pero nunca hay un final con Bongo", afirma.
Clientelismo político
El Gobierno de Bongo ha sido una lección en el uso del clientelismo. Su
ascenso a la Presidencia coincidió con el auge de Gabón para convertirse en el
tercer productor de petróleo de África. Rápidamente se dio cuenta de que el
dinero podía ser más efectivo que las balas para conservar el poder.
Los petrodólares financiaron los salarios de una sobredimensionada
administración pública. Francia, cuyas empresas extraían alegremente el petróleo
de Gabón, garantizaba la seguridad a través de una base militar en Libreville
que aún existe.
Cuando se introdujo el multipartidismo a comienzos de los ‘90 tras meses de
desórdenes, Bongo volvió a descubrir que el dinero podía resolver cualquier
problema. Los políticos de oposición que lo criticaban o que mostraban algún
signo de popularidad, fueron incorporados al Gobierno y pronto se acomodaron.
"Este es el principal secreto de Bongo para permanecer en el poder durante 40
años: la corrupción", dice Mark Ona, jefe de Brainforest, importante ONG que fue
suspendida recientemente por el Gobierno por denunciar el mal uso de fondos
estatales. "Nadie sale nunca del despacho presidencial con las manos vacías",
explica.
Asunto de apellido
Los mejores cargos del gabinete, sin embargo, siempre han estado reservados
para la familia. Su hijo, Ali-Ben Bongo, es ministro de Defensa y, según se
murmura en las calles, el presunto heredero. La hija de Bongo, Pascaline, es
jefa de gabinete. Su esposo, Paul Toungui, es ministro de Hacienda.
Lo cierto es que debe ser una de las familias presidenciales más ricas del
mundo. Bongo tiene una gran mansión en la cumbre de un cerro, donde los
automovilistas que pasan pueden ver avestruces desplazándose por los jardines y
un par de Rolls-Royce. La mayor parte de su fortuna está oculta en el
extranjero. En los años 90, investigadores de Estados Unidos descubrieron que
más de 100 millones de dólares habían pasado por cuentas vinculadas a Bongo,
mientras que en Francia se aseguró que él había recibido decenas de millones de
dólares en sobornos y poseía 33 propiedades sólo en ese país, incluyendo una
villa de 27 millones de dólares.
Pobre orgullo
El robo de miles de millones de dólares de dinero del petróleo, ha estancado
el desarrollo del país. Casi 50 años después de la independencia, Gabón tiene
menos kilómetros de caminos pavimentados que los que tiene en oleoductos.
Incluso dentro de Libreville (que resulta engañosa si uno se mantiene en el
borde costero, con sus hoteles, casinos y pastelerías), la falta de
infraestructura es obvia.
Muchas casas están conectadas por pequeños senderos llenos de basuras y por
una maraña de mangueras que sirven como principal suministro de agua. Hay una
grave falta de escuelas y clínicas.
En el papel, Gabón tiene uno de los más altos ingresos per cápita en África,
pero la mitad de su población sigue siendo pobre.
Paskhal Nkoulou Nguema, del partido político Bongo Debe Irse, dijo que Gabón,
con su pequeña población de 1,3 millones y sus grandes riquezas naturales,
debería ser como Dubai. "De alguna manera Bongo ha metido en la cabeza de los
gaboneses que éste es el mejor lugar del África, el país más rico, que todo el
mundo quiere visitar. Es como Machiavello", estima.
Futuro sin Bongo
Es verdad que muchos gaboneses se sienten orgullosos de su país y de Bongo.
Sus éxitos en mantener la paz en un país con 40 grupos étnicos diferentes,
mientras todos los países vecinos han sufrido graves perturbaciones, son
considerados un logro significativo. Pero hay una creciente preocupación acerca
de qué tipo de legado dejará. El petróleo de Gabón, que todavía provee el grueso
del ingreso del Gobierno, se está agotando rápidamente. Gabón produce algo de
azúcar, cerveza y agua embotellada.
La fruta y las verduras llegan en camiones desde Camerún y la leche es
enviada desde Francia.
"Amo al Presidente: es nuestro padre, nuestro jefe", dijo Louis Gaston Mayila,
un acaudalado abogado y ex ministro. "Pero no basta con la estabilidad. Nuestro
mundo está cambiando y necesitamos mirar hacia el futuro", explica. ¿Un futuro
sin Bongo? Poco después de ganar la elección de 2005, el Mandatario africano
disipó cualquier idea de una sucesión diciendo que volvería a presentarse en
2012. "Lo mejor todavía está por venir", le gusta decir.