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Paramilitares "Janjaweed", o el "demonio armado". |
La última semana regresaron a Darfur los "janjaweed", las temibles
milicias árabes del gobierno central de Jartún. Unos cien entraron al galope,
con antorchas y machetes, al pueblo de Suleia y mataron o hicieron huir a sus
15.000 habitantes.
Por Gustavo Sierra - Clarín
Hay otra guerra que entra en su sexto año. Es la de Sudán, o el
genocidio de Darfur. Como en Irak, todo comenzó con una intervención para
"democratizar" una región y terminó en un desastre humanitario de proporciones
bíblicas. Y como en Irak, no hay ninguna señal de que la guerra termine
pronto.
La última semana regresaron a Darfur los janjaweed, las temibles
milicias árabes del gobierno central de Jartún. Unos cien entraron al galope,
con antorchas y machetes, al pueblo de Suleia y mataron o hicieron huir a sus
15.000 habitantes. Después arrasaron las aldeas de Abu Surouj y Sirba. La
ofensiva dejó unos 20.000 desplazados más en los campos de refugiados de la
frontera con Chad, donde hay más de un millón de personas muriendo de hambre
desde hace cinco años.
Todo comenzó en el 2003 cuando unos grupos rebeldes de las tribus Fur, Masalit
y Zaghawa se levantaron contra el gobierno del presidente Omar al Bashir tras
sufrir una sequía de casi una década. Al Bashir armó a los janjaweed
para aplastarlos. El gobierno del Chad creó dos grupos para defender Darfur.
Hubo una matanza de 200.000 personas y dos millones de desplazados. El hambre
y las enfermedades hicieron el resto. Un verdadero genocidio.
Desde enero, hay en la región un contingente de Cascos Azules de la ONU que
apenas puede repartir comida. Detrás del gobierno de Sudán está China, su
principal socio. Por eso la única esperanza de detener esta guerra está en
manos de otro pueblo: los tibetanos. Si el gobierno chino no logra controlar
su rebelión es posible que también tenga que dejar de apoyar al gobierno
sudanés. Así, Darfur podría tener un poco de paz.
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